miércoles, 2 de abril de 2008

Malvinas, allá lejos y hace tiempo

Pasaron ya veintiséis años, pero a veces parece que fue ayer. Todavía hay ex combatientes esperando una pensión, todavía muchos argentinos no tomaron conciencia de lo que fue esa guerra y sus consecuencias. Hace bastante tiempo, un ex combatiente me habló de su dolor al sentirse rechazado. “Es como si la gente”, me dijo, “no entendiera que estábamos ahí, viendo morir a los compañeros, peleando en serio. Todos dicen que fue una guerra inútil, que tantas muertes fueron inútiles. Y a los que volvimos vivos nos tratan como si fuéramos los responsables de la guerra… no nos quieren en ningún lado, dimos la vida por el país y no nos quieren en ningún lado. Yo no te digo que seamos héroes, pero que nos valoren como soldados, al menos, que se den cuenta de lo que nos tocó vivir allá. ”

Tenía razón el hombre al estar dolido. La sociedad fue injusta con los ex combatientes, dejándolos de lado en el intento de sacudirse de encima una realidad difícil de digerir, como si el hecho de negar a los sobrevivientes hiciera desaparecer la guerra toda. Durante muchos años, hubiéramos querido borrar de la memoria el episodio de Malvinas; no por la derrota en sí, que era previsible, sino por la impotencia de haber sido estafados por un hato de locos que, al mejor estilo Bush, creyeron que con dos tiros tendrían las islas en el bolsillo.

Las Malvinas son nuestras, Inglaterra se niega desde siempre a devolverlas pero no nos daba el cuero para enfrentar a una potencia fogueada en combate y muy bien equipada. Dicen que había que invadir las islas, que había que tomar posesión nuevamente de ellas para poder seguir reclamando por la soberanía. Vaya a saber si es así. Pero hubiera sido mucho más inteligente seguir reconquistándolas de a poco, colonizándolas con una presencia argentina cada vez más numerosa, seduciendo a los isleños, brindándoles más de lo que les daban los ingleses, y respetándoles el derecho que tienen todos los extranjeros en nuestro país: el de conservar su ciudadanía de origen, si así lo prefieren. Nos hubiera llevado cien años, tal vez, pero las islas hubieran vuelto a casa. Hoy, eso es casi imposible.

¿Hay guerras justas? Creo que la única guerra justificable es la que libra un pueblo ante quienes pretenden invadir su territorio. Creo, también, que los pueblos deberían oponerse a la locura de sus gobernantes y negarse a tomar las armas para invadir a otros pueblos. Pero lo que yo crea, o lo que piense usted, poco le importa a los dueños del poder, acá y en todo el mundo.

Malvinas duele hoy más que ayer. La herida que dejó se va profundizando año tras año, a medida que van saliendo a luz nuevas verdades, a medida que se puede volver sobre el pasado con objetividad y adentrarse en los hechos tal como fueron, crudos y mezquinos. Mientras tanto, ¿qué hacemos? Porque aunque nuestra guerra fue lejos y hace tiempo, acá también hubo una guerra, acá también tenemos muertos. No lo olvidemos.

Dos de abril. Un minuto de silencio. Por los caídos. Y por los que volvieron, porque a ellos los matamos con nuestra indiferencia todos los días, acá, durante veintiséis años.

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