martes, 6 de enero de 2009

Llegaron ya, los reyes eran tres...

reyes magos enero
Anoche no esperé a los reyes magos, por una simple cuestión de lógica: yo era el único ser humano que había en mi casa, así que no tenía mucho sentido hacer todo el ritual.

Pero igual me vino la nostalgia.

Recordé reyes de allá lejos y hace tiempo, cuando vivía en Rosario, en la avenida Alberdi, y juntar un manojo de pasto significaba recorrer toda una cuadra buscando en la cazuela de los árboles de la vereda, único lugar donde lo podía encontrar. Los camellos rosarinos se conformaban con poco: un plato con algunas briznas de hierba, una compoterita de agua, todo acomodado al pie de la escalera que iba a la terraza, porque se supone que ese era el acceso más sencillo: por allí bajaban sin ningún problema ladrones, ratones y gatos, que recorrían el barrio saltando de techo en techo.

Recordé a los reyes magos de Unquillo, que tenían un jardín enorme donde pastar pero igual se comían lo que les dejábamos junto a los zapatos. Y que a los once años me trajeron el piano en el más absoluto silencio, porque para eso son magos. Los reyes de Unquillo estaban abonados a Casa Tito, porque todo lo que nos traían (menos el piano, claro) estaba sólo en esa juguetería: el Cerebro Mágico, la bicicleta, las baterías de cocina de aluminio completas para jugar a la mamá... y venían cargados con lo que les habíamos pedido, y algo más.

Recordé también, evocando la memoria de mis ancestros, los reyes magos de la abuela Pepa, mi bisabuela, que se casó en Granada poco antes de cumplir los quince. Recién casada, había pedido una muñeca. Su marido, que la doblaba en edad y era un muchacho serio, salió temprano y regresó con una bolsa llena de castañas, almendras y otras delicias, que dejó sobre los zapatos de su flamante mujer; cuando ella se despertó y encontró el regalo, su desilusión fue tan grande que se echó a llorar. “Pepa, las muñecas son para las niñas...” le decía su esposo, pero la pobre Pepa no entraba en razones; me da un poco de pena pensar en ella, en su paso obligado a la adultez, en su inocencia incomprendida.

Y recordé los reyes de la infancia de mi hija. Reyes que a veces se quedaban dormidos y tenían que hacer malabares para dejar sus regalos a tiempo, esto es, antes de que Carla se despertara. Reyes que en cierta ocasión se llevaron por delante los platos con pasto y agua, haciendo un bochinche de órdago. Reyes amorosos, emocionados, que protagonicé durante muchos años; reyes de la pequeña abundancia o de la crisis, reyes obedientes al pedido infantil o insubordinados que traían lo que querían; reyes que con tal de contemplar esa carita de asombro y alegría se hubieran comido de verdad el pasto, de ser necesario.

Mis queridos reyes magos. Bendita sea la ilusión, aunque dure poco; bendita sea la leyenda, si sirve para que ejercitemos la capacidad de creer en algo, esa que nunca debería morir.

5 comentarios:

  1. que lindos comentarios de Navidad y Reyes ! por suerte en casa y a pesar de que mis hijas son veinteañeras aun festejamos, ponemos zapatos, y hay regalos para todos. Y coo bien decís, no importa la inflación, la debacle financiera o lo que sea.Mejores o peores nunca faltaron. Que tengas un año lleno de luz ! Adela.

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  2. Por mis zapatos solitarios tampoco pasaron los reyes, pero a veces me pregunto cómo es que los reservamos para los niños, cuando tantas veces somos los adultos los que más necesitamos esos pequeños gestos, precisamente porque sabemos lo que hay detrás de ellos. Un beso graciela

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  3. A mi los reyes no me provocan mucho, me molestaba que en sus regalos se note la crisis que habian dejado los descabellados gastos navideños, excepto en la época en que mis viejos tenían una juguetería, en donde los regalos eran casi demasiado, supongo que era muy chica para establecer la relación entre los dos hechos. Lo que siempre me molesto fué la canción, "Llegaron ya los reyes eran tres, melchor, gaspar y el negro baltazar" por mis nueve años le preguntaba yo a mi mamá por que no cantabamos "...los blancos Melchor Gaspar y el negro baltazar..." solo era importante remarcar que Baltazar era negro, pero era una infante un poco retorcida yo.
    Muchisimas gracias por tu comentario en mi blog! La verdad es que no se en que pensaba cuando empeze a escribir pero si se que desde que hay dos o tres descabellados que me leen escribo menos y ahora que se que a mi espacio entro una correctora de textos veremos lo que puede pasar. No quiero decir nada malo con eso igual, me puso muy contenta tu comentario. Tu blog es muy bueno tambien, lei un monton de articulos y con algunos me rei muchisimo! Un beso grande!

    p/d: A mi si me dejan regalos todavía los reyes, aunque sean pequeñas cosas casi simbolicas. Y otra cosa, a los 11 años todavía creias en los reyes magos?

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  4. Hola!Es la primera vez que entro a tu blog y me encantó,sobretodo la nota: "tribulaciones de una madre abandonada", vi reflejada a mi mamá ahi y me rei mucho, ella se desvelo en mi primera salida que fue, a regañadientes, a mis 16 años, ahora tengo 18 y por lo menos duerme tranquila ya.

    Aca en casa los reyes se siguen festejando como la navidad, como el raton perez , aunque mis hermanos chicos ya no crean,mi mamá insiste...debe ser que son los grandes los que necesitan ver reflejado el entusismo de abrir un regalo, de ver si está o no el pasto y sentirse a la vez un "rey mago" capaz de provocar esas emociones que ellos alguna vez sintieron pero esta vez en sus hijos.



    No sabia que habia una
    escritora/correctora aca en Rio Ceballos...la verdad es que admiro a los escritores

    un beso! Antonella

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  5. Mujeres y mujercitas mías, no saben lo feliz que me hace saber que tengo lectoras maduritas como yo, pero también jovencitas como Antonella y Meryas, que con sus 18 años podrían ser mis hijas. Es muy gratificante saber que lo que uno escribe va más allá de ciertas fronteras como la edad, porque cuando se pone el corazón, debe ser así. A mí me pasa lo mismo: cuando visito los blogs de cualquiera de ustedes, siempre hay algo con lo que me puedo identificar. Gracias por ser parte de lo que escribo, y dejarme ser parte de lo que ustedes escriben.

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