lunes, 15 de febrero de 2010

¿Hasta cuándo la recién separada es recién separada?


La Sole (no la que canta folklore, mi amiga) me pregunta en la fanpage del Manual de instrucciones para Recién Separadas en Facebook hasta cuándo va a ser una RS, y si después va a ser una separada más.

Buena pregunta. En mi libro sostengo que ser RS es un estado de ánimo, más que un estado civil. Es un sentimiento, algo que se vive con el corazón y con las tripas. Y la duración de ese sentimiento dependerá de inumerables factores internos y externos:

No es lo mismo separarse porque una dejó de amar y se decidió a dar el portazo, a que el portazo lo haya dado el otro y una siga enamorada.

No es lo mismo separarse flaca, joven, espléndida, profesional, sin hijos y con una fila de admiradores esperando en la puerta, que separarse gorda, cincuentona, celulítica, con hijos y nietos y después de haber sido ama de casa durante toda la vida. Aclaremos: hay de todo. Hay flacas de 30 divinas por fuera pero insoportablemente histéricas, y hay cincuentonas glamorosas, alegres y que cocinan como los dioses. Pero convengamos en que con los años una lleva las de perder.

No es lo mismo separarse rica que separarse pobre. La plata no hace la felicidad... pero sin plata todo es más difícil.

No es lo mismo un divorcio legal que deshacer una unión de hecho, en la que cada uno arma su valija y se va llevándose lo suyo y sin rendirle cuentas a nadie.

Sea cual sea la realidad de la RS, ahora está sola y sufre.

¿Y hasta cuándo va a sufrir? Hasta que descubra que todos los rótulos pesan y se decida a ser ella misma. Ni casada, ni soltera, ni viuda, ni divorciada: MUJER. Dueña y señora de su vida, esté o no esté en pareja.

Una puede ser madre, abuela, tía, hermana, hija, nieta, esposa, novia, amante... pero por sobre todo, es una persona única que puede, y debe, aprender a bastarse por sí misma sin depender afectivamente de nadie. Amar con toda el alma, sí. Depender del otro para ser feliz y sentirse viva, definitivamente no, porque no es saludable.

La vida tiene tanto para darnos, que no podemos quedarnos sentadas a esperar que un hombre nos dé todo ¡porque no puede, pobre!

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