lunes, 12 de abril de 2010

El maquillaje ideal para la Recién Separada

(de mi fanpage del Manual de instrucciones para Recién Separadas en Facebook)

Aprovecho que me han dejado un aviso aquí sobre una escuela de maquillaje para reflexionar junto a las R.S. sobre cómo debemos lucir en esta etapa tan especial de la vida.
Vamos primero a lo que no debe faltar en nuestro arsenal cosmético: el corrector de ojeras. Hay que tener varios y de distintos tonos, porque según la hora del día y/o las lágrimas que llevemos derramadas, nuestras ojeras irán desde un magenta suave al color berenjena. Lamento decirle, querida amiga, que la tiza mojada no sirve y el crayón blanco de los chicos, menos. Se va a tener que comprar unos buenos lápices correctores de ojeras de los más caros, si quiere que su rostro parezca descansado y saludable.
Una vez que haya cubierto sus ojeras, le vendría bien una base de maquillaje que le dé a su piel el aspecto aterciopelado que seguramente ha perdido. Y tal vez un poquito de rubor. No demasiado, no es cuestión de tener los cachetes colorados como el príncipe Carlos de Inglaterra.
Ahora vamos a los ojos. Rimmel a prueba de maremotos, porque una no sabe cuándo, cómo ni dónde se acordará de algo que le humedecerá los ojos de bronca, de tristeza o de nostalgia. Para la sombra, evite los colores tristes como el gris o la gama de los marrones, que la harán verse más melancólica.
Para la boca, elija un rouge discreto que resalte las forma de sus labios y le levante el ánimo, pero huya del colorado rabioso porque pueden pensar que anda buscando guerra, y no es cuestión. A menos que usted quiera buscar guerra, por supuesto, que está en todo su derecho y no seré yo quien se lo impida.
Si tiene más de 25, tampoco le aconsejo el morado o el negro; ya está grandecita para hacerse la gótica, o la dark, o la flogger.
Para las R.S., el maquillaje puede ser un buen aliado. La cara lavada no es para cualquiera porque nos deja el alma al descubierto, y cuando el alma anda de capa caída lo mejor que podemos hacer es darle una mano al espejo y pintarnos un poco. Un poquito, aunque sea. Con unos sabios toques de color y una sonrisa, la realidad es más llevadera. Y nuestra cara también, para los demás y para nosotras mismas.

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